El sabor dulce nos atrae y a la gran mayoría nos resulta difícil prescindir de él. Según la Asociación Internacional de Edulcorantes, los seres humanos tenemos una preferencia innata por el sabor dulce, que ejerce una profunda influencia en el comportamiento.
Sin embargo, también es cierto que la población cada vez se preocupa más por su salud y se cuestiona, en ocasiones con cierta exageración, ciertos alimentos. Es el caso del azúcar, cuyo abuso en la alimentación occidental está demostrado que amenaza la salud. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reducido su consumo recomendado diario a 50 gramos al día.
Pese a todo, somos incapaces de renunciar a ese sabor dulce que tanto nos atrae. Y aquí entran en juego los edulcorantes acalóricos o bajos en calorías, aditivos alimentarios que tienen un poder endulzante muy superior al de la sacarosa o azúcar común. Su principal ventaja es que aportan muy pocas calorías o ninguna y que no influyen en los niveles de azúcar en sangre, además de permitir controlar la caries dental.
EROSKI CONSUMER ha querido estudiar el consumo y gasto directo que la población española realiza en edulcorantes y azúcar. Para ello, durante el pasado mes de febrero se analizaron los últimos datos de consumo en los hogares de azúcar y edulcorantes publicados en el Panel de Consumo Alimentario del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente (MAPAMA). En concreto, se estudió la cantidad o volumen (en miles de kg), el consumo y gasto per cápita y el precio medio del kg entre julio de 2013 y julio de 2016.
Conclusiones principales
Por un lado, se comprobó que cada ciudadano en nuestro país consumió 11,07 gramos de azúcar al día y una media de 0,36 gramos de edulcorante entre 2015 y 2016. Esto supone el 22% de lo recomendado cada día para el azúcar (50 g) y el 67% de lo admitido de edulcorante al día (la media admitida por la EFSA en un adulto de 70 kg). En estas cifras no se tienen en cuenta los productos procesados que incluyen azúcar o edulcorante entre sus ingredientes.
Por otro lado, destaca lo económico que es comprar azúcar y edulcorante. Entre 2015 y 2016, cada persona apenas gastó 4,28 céntimos de euro por cada 50 gramos de azúcar y 1,03 céntimos por 0,93 gramos de edulcorante.
Atracción por el sabor dulce
Nos cuesta concebir nuestra alimentación sin el sabor dulce; está muy presente en nuestra alimentación, ya sea en forma de azúcar o como edulcorante. Y eso que en el análisis no se incluyen los azúcares y los edulcorantes añadidos a los productos envasados.
Según María Colomer, dietista-nutricionista del Comité Asesor de la Academia Española de Nutrición y Dietética, lo dulce es un sabor que a la mayoría de las personas nos resulta agradable y nos gusta experimentar lo agradable cuantas más veces mejor. Asegura, incluso, que ya se empieza a hablar de adicción al sabor dulce. De hecho, añade que el sabor dulce, venga del azúcar o venga de un edulcorante, incrementa el apetito y tiene un efecto de retroalimentación, cuanto más sabor dulce más dulce queremos.
Los edulcorantes bajos en calorías o sin calorías nos parecen la opción más viable a la hora de evitar las calorías de los productos azucarados. De hecho, el nutricionista Julio Basulto recordaba la conveniencia de sustituir el azúcar por un edulcorante artificial en el caso de estar tomando mucha cantidad de azúcar y tener caries y exceso de peso: “Otra cosa es atribuir a ese edulcorante la mágica capacidad de adelgazar o de curar una diabetes, cosa que no hace ninguno de ellos”.
Según Colomer, se confunde saludable con aporte o no de calorías y el aporte de más o menos calorías no hace que un alimento sea más saludable. ¿Qué nutrientes nos aportan el azúcar o los edulcorantes? Ninguno que tenga una importancia para la salud. Por tanto no podemos decir que un edulcorante sea más saludable que el azúcar.
En este sentido, Colomer recuerda que lo que nos debe preocupar, sobre todo, es si el consumo de alimentos dulces con un bajo aporte nutricional desplazan el consumo de alimentos saludables y parece que es así. Así que no solo no tienen un valor nutricional, sino que dificultan que el resto de la alimentación lo tenga.